Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas: porque el tiempo está cerca. Apocalipsis 1:3.

Apocalipsis 14

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El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón Apocalipsis 16:12- 14, 16.

Millones de mentes, a lo largo de la historia, han sido obsesionadas por las tres alusiones geográficas mencionadas en la cita anterior, debido a lo que parecen sugerir. Y es la idea de que la zona del Éufrates (actual Iraq) y la región antiguamente conocida como Meguido, en Israel, tienen un lugar de importancia en el desarrollo de los eventos que conducirán a lo que comúnmente se ha llamado la batalla de Armagedón.

Antes de la invasión angloestadounidense a Iraq, muchos se hicieron la pregunta: ¿será esta la batalla de Armagedón? Ahora que la guerra ha terminado, la pregunta pareciera cobrar más fuerza aún. ¿Será posible que esta guerra haya sembrado las raíces para una futura guerra en el Oriente Medio, que involucre a todas las naciones de la tierra, y que sí sea en verdad esa temida batalla mencionada en el libro del Apocalipsis?

Dos historias fascinantes

De entre las muchas batallas libradas en la trágica región del Medio Oriente, hay dos a las que la Biblia les dedica una mención especial por sus implicaciones espirituales y las consecuencias que tuvieron sobre la nación de Israel, el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Una de ellas ocurrió en la región de Meguido, en Israel, y la otra se escenificó en la antigua ciudad de Babilonia, junto a las aguas del río Éufrates.

La batalla del Monte Carmelo

El Monte Carmelo es en realidad una cadena montañosa que corre en dirección noroeste, en la costa norte de Israel. Algunos eruditos coinciden en llamarla el "monte de Meguido" por pertenecer a la región donde antiguamente se levantó la ciudad de Meguido. De hecho, los otros dos accidentes geográficos en el área - el río Sisón y el valle de Jezreel - también son llamados en la Biblia "las aguas de Meguido" y "el valle de Meguido", respectivamente (Jueces 5:19,21; Zacarías 12:11). Aquí tuvo lugar una de las batallas más decisivas en la historia de la civilización humana. Los hechos ocurrieron así: Ochocientos cincuenta años antes de Cristo, Israel atravesaba uno de esos períodos de crisis religiosa que le fueron tan característicos. El rey Acab gobernaba junto a su esposa Jezabel, mujer pagana, de voluntad férrea y sin entrañas, que introdujo el culto del dios Baal al país entero.

La influencia de esta mujer suscitó una batalla entre el Dios de los hebreos y los adoradores de Baal que culminó en el incidente del Monte Carmelo. Ese día, las legiones defensoras del falso culto fueron convocadas por Dios en la cumbre del monte para una contienda final. Tal lucha no sería con armas de guerra; sería una batalla espiritual. Los profetas de Baal y Asera (ochocientos cincuenta en total) ofrecerían un sacrificio a su dios, el cual tendría que ser consumido por fuego caído del cielo, a fin de que se demostrase que Baal era el dios verdadero. Elías, por su parte, haría lo mismo de parte de Jehová. De acuerdo con el relato bíblico, el desenlace de la contienda comprobó que el dios Baal era una farsa, pues sólo Jehová fue capaz de hacer descender fuego del cielo para consumir el sacrificio (1Reyes 18:17-38). De esta manera, los falsos profetas de Baal fueron apresados y destruidos a espada, en lo que bíblicamente puede considerarse un juicio divino (1 Reyes 18:40).

La conquista de Babilonia por los reyes del Oriente

Unos trescientos años más tarde, y a ochocientos kilómetros al Este del Monte Carmelo, otra batalla tuvo lugar. También fue una batalla final. Babilonia, cuna de la civilización occidental, fue puesta a sitio por los ejércitos del gran Ciro, rey de los Medos y Persas.

El historiador griego Heródoto afirma que los babilonios se refugiaron dentro de sus murallas pensando que podrían soportar un largo asedio, dada la ventaja de que el río Éufrates pasaba por en medio de la ciudad, proveyendo fuentes de sustento casi ilimitadas. Pero Ciro tenía otros planes. Mediante un canal desvió el río de manera que el lecho de éste se secó. Así, sus hombres pudieron entrar por debajo de las murallas, donde antes pasaba el río. Babilonia cayó esa noche prácticamente sin presentar resistencia. Una consecuencia de esta batalla fue la liberación del pueblo de Israel, que setenta años antes había sido llevado cautivo por los ejércitos babilonios.

El Armagedón final

Los dos hechos históricos mencionados arriba proveen el trasfondo y el lenguaje para la profecía de Apocalipsis 16: 12-14, 16. Volvámosla a leer: "Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso... Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón". Los elementos de las dos historias anteriores están allí, pero revestidos de un nuevo significado, cuyo alcance es universal.

El río Éufrates significa "pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas" (Apocalipsis 17:15). Los "reyes del oriente" ya no son los ejércitos persas, sino los ejércitos celestiales comandados por Cristo Jesús, quien vendrá a libertar a su pueblo aquí en la tierra (Apocalipsis 19:11-15; compárese con Isaías 44:26-28; 45:1). Luego se menciona una triple alianza: el dragón, la bestia y el falso profeta. Esta triple alianza también está presente en la historia del Monte Carmelo. Entonces estaba compuesta por el rey Acab, la reina Jezabel y los falsos profetas. Sólo que en el libro del Apocalipsis simbolizan poderes político - religiosos universales. Finalmente, el monte de Meguido (Armagedón) no se refiere al monte Carmelo en Israel, sino a la tierra toda, donde millones de seres humanos se organizarán para combatir contra Dios (Compárese Apocalipsis 16:14 con Apocalipsis 21:9).

La naturaleza de la batalla

¿Qué causará el estallido de la batalla del Armagedón, y cómo será en cuanto a su naturaleza? Por cierto que no será el petróleo la causa de esta guerra. Tampoco obedecerá a los intereses geopolíticos de las grandes potencias de la tierra. En realidad, la batalla del Armagedón es tan sólo la culminación de una guerra milenaria entre el bien y el mal cuyo misterioso inicio tuvo lugar en el cielo (Apocalipsis 12:9). Los contendores son Cristo y Satanás, el campo de batalla es la tierra y las almas humanas son la razón de la misma. La naturaleza de esta guerra se la puede ver aun hoy: en el dolor humano, en el odio entre hermanos y en la degradación moral que arrastra a millones cada día.

El cuadro que la Biblia detalla nos dice que, día a día, los seres humanos se estarán alineando en la formación progresiva de dos grupos: los que adoran a Dios y los que no lo hacen. La división llegará a ser tan notoria y tan preponderante, que Satanás inducirá el estallido de la intolerancia religiosa, como en otros tiempos. La crisis irá en aumento y estará matizada por desastres naturales y el caos social. Cada quien deberá hacer su última decisión en cuanto a Jesús y lo que él hizo por la raza humana. Finalmente, se dará la aparición misma de Cristo, quien regresa a esta tierra para rescatar a su pueblo y pagar a cada uno conforme a sus obras. La batalla de Armagedón consiste, entonces, en la derrota del mal y el establecimiento de un reino perfecto, en el que no "habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).