Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí; Juan 5:39

Pedro y la Roca 2nda parte

{ Por Dr. Loron Wade }

Y yo también te digo, que tú eres Pedro [petros], y sobre esta roca [petra] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.

Aquí llegamos al texto más crítico y donde debemos considerar el significado de las palabras griegas. Petros no aparece en el Nuevo Testamento, excepto como el nombre del apóstol Pedro. Y petra se encuentra sólo 16 veces. La designación común para "piedra" no es ninguna de estas dos palabras, sino lithos. De ahí que no podemos buscar en el Nuevo Testamento para descubrir el significado comparativo de los dos términos. En otros escritos antiguos descubrimos, al igual que en la Biblia, que lithos es el término más común para referirse a una piedra, o a la piedra como sustancia. Petra aparece poco y petros aún menos. Pero esto es clave un análisis de todas las veces que aparece cualquiera de las dos palabras no nos permite establecer una distinción clara de su significado. Son efectivamente sinónimos. En otras palabras no podemos decir que petros siempre signifique piedra pequeña, y petra una grande. Es más, aunque no podemos estar seguros de ello, es muy probable que Jesús nunca hablara a sus discípulos en griego. Así que probablemente él no utilizó ni "petros" ni "petra", sino el arameo "cefas".

Pero si el griego no nos ayuda, ¿dónde podemos encontrar las respuesta? Debemos buscar en la Biblia, considerando otros pasajes que pueden arrojar luz sobre este versículo. Luego analizaremos el texto mismo, para buscar su significado.

En otras partes de la Biblia, cuando se emplea el símbolo de la piedra, ¿a quién representa? No cabe duda de que en muchos pasajes bíblicos, Jesús es visto bajo la figura de una piedra o roca. En otras partes de la Biblia, cuando se emplea el símbolo de la piedra, ¿a quién representa? No cabe duda de que en muchos pasajes bíblicos, Jesús es visto bajo la figura de una piedra o roca. Una de las profecías del Antiguo Testamento que se cita con mayor frecuencia en el Nuevo Testamento es la del Salmo 118:22: "La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo". Este pasaje fue citado por Cristo (Mar. 12:10; Luc. 20:17) y por Pedro (Hech. 4:11; 1 Ped. 2:7). Aquí la metáfora de la piedra se aplica a Cristo.

Los autores del Nuevo Testamento también citaron Isaías 28:16: "Por tanto, Jehová el Señor dice así: He aquí que yo he puesto en Sion por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable; el que creyere, no se apresure". Pablo, en Romanos 9:33, y Pedro, en 1a. Pedro 2:6, citan este versículo.

Además tenemos a Isaías 8:14: "Piedra para tropezar y tropezadero para caer", usado también por Pablo (Rom. 9:33) y Pedro (1 Ped. 2:6). La forma como Pedro emplea la analogía de la piedra es especialmente significativa: "Acercaos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa. Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Ped. 2:4). Lo que el apóstol está diciendo es que los creyentes también son piedras.¿Cuál es la respuesta?

Si estamos hablando de LA PIEDRA, entonces no cabe duda; Pedro y los demás autores bíblicos emplean este término para referirse a Jesucristo. Pero, es importante observar que para Pedro, los creyentes también son piedras. "Vosotros también, como piedras vivas", dice, "formáis parte de la casa de Dios".

Es notable que Pablo utiliza exactamente esta analogía en Efesios 2:20 21, donde afirma que la casa de Dios está siendo edificada "sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu". Pero en Mateo 16, ¿quién es la piedra?

Ya hemos visto que petros vs. petra no nos da la respuesta. También hemos visto que otros pasajes bíblicos consistentemente representan a Jesús como la piedra principal; pero no como todo el edificio, pues los creyentes también son piedras constituyentes en el edificio. Con esto en mente, ya tenemos una clave para abrir el pasaje.

Veamos nuevamente el texto: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia". Jesús no está hablando aquí con Simón, el rudo pescador. Está hablando con Pedro, el creyente; Pedro, el bienaventurado; el Pedro que ha recibido una revelación divina... pero no, esto no es exacto. Pedro no ha recibido una revelación; ha recibido la revelación divina, pues al pescador, Jesucristo ha sido revelado como el Hijo del Dios viviente. No debido a alguna muestra de astucia natural, ni de "carne ni sangre", sino por intervención divina, sobrenatural.

"Ahí lo tienen dice Jesús, mi discípulo Simón. Débil, sí; impulsivo, falto de tacto. Quien primero habla y después piensa. Todo eso es Simón. Pero esto es lo que me propongo hacer con él: tomar a un hombre como éste y, mediante la revelación divina de Jesucristo en su vida, convertirlo en una roca, sólida e inconmovible. Un petros para mi reino. Y ésta, mis amados, es la razón por la cual ni aun la furia del infierno podrá derribar mi iglesia".

A ti te daré las llaves del reino de los cielos.

Si todavía se pregunta usted si Pedro es la piedra de Mateo 16, no dude más en aceptar que así es. ¿Por qué? Pedro es la piedra porque Jesús, la piedra principal, le ha sido revelado por el Espíritu Santo. En esta revelación, y en este contacto con Jesús, está la fórmula de la solidez. Nótelo bien, el Señor no dice: "A mí me daré las llaves". Dice: "Tú eres petros y a ti te daré las llaves".

Las masas, atadas a los principios egoístas del racionalismo, han rechazado esta revelación. Se han erigido en jueces sobre Jesús. Y ¿cuál es su veredicto? "Bueno dicen , quién sabe, a lo mejor sí es sólo un profeta".

"Mi iglesia dice en cambio Jesús será constituida de personas que estén dispuestas a desafiar la opinión popular y aceptar la obra del Espíritu Santo, quien revela a Jesucristo en sus corazones y vidas".

Las llaves del reino

Y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.

Conociendo algo de la historia del pescador y de los errores que cometió, incluso después de esta experiencia en Cesarea, nos preguntamos: ¿Cómo pudo el Señor decir cosa semejante? ¿Acaso Dios mismo se está sujetando a las decisiones de Simón, y de otros como él, que pueden cometer graves errores por muy sinceros que sean?

Nuevamente el contexto nos ilumina. Jesús aclaró bien que la condición de Pedro como una piedra en el reino no está basada en la capacidad intelectual del apóstol, sino en su papel como receptor de la revelación divina. Así que no debemos creer que ahora Jesús esté cambiando de opinión para exaltar el intelecto de Pedro. No está diciendo de ninguna manera: "Simón, lo que tu mente decida, lo que disponga tu voluntad, lo obedeceré. Sólo dí la palabra y te obedeceré".

No, lo que está diciendo es: "Estoy dispuesto a acercarme para revelar verdades divinas a los seres humanos. Y en la medida en que ustedes presten atención, cuando comuniquen algo que hayan recibido, estarán hablando con autoridad divina.

"Tú, Pedro, has recibido y aceptado una revelación divina. Bajo estas circunstancias, cuando digas a alguien 'quedas desatado en el cielo', esa persona en verdad estará desatada. Pero no es porque tú lo hayas decidido y luego el Cielo te haya obedecido. Lo que sucede es todo lo contrario. El Cielo no lo hace porque tú lo has dicho, sino que tú lo dices porque el Cielo lo ha hecho. Siempre y cuando tú hables lo que se te haya revelado, hablarás con autoridad divina. "Los que oyen, los que reciben y aceptan lo que mi Espíritu revela, son las personas que constituyen mi iglesia, y como tales son mis representantes en la tierra, plenamente autorizadas para hablar en mi nombre.

"Es que escuchan; por esto constituyen una iglesia. Porque escuchan son firmes y sólidos. Y es porque escuchan, y en la medida en que sigan haciéndolo, que pueden hablar con autoridad divina. Bajo esta condición, lo que ellos declaran atado en la tierra, en verdad está atado en el Cielo".

Conclusiones

De estas consideraciones se desprenden por lo menos tres importantes conclusiones:

  1. Una buena parte de lo que la gente tiene por religión es magia.La magia es una expresión del deseo humano de tener poder divino. Coloca en nuestras manos la palanca de mando para dominar fuerzas sobrenaturales. No importa bajo qué disfraz se presente la fórmula mágica, la varita mágica, las palabras mágicas , el principio es el mismo. El mago no se considera a sí mismo Dios, pero cree que ha logrado una situación de privilegio, que le permite conseguir que Dios haga lo que él quiere. En la magia, Dios se somete a nosotros. La interpretación católica popular de Mateo 16:18 es magia, y convierte a Pedro en un mago. Igualmente millones de cristianos de todas las denominaciones y sectas siguen su religión como una forma de magia. Estos adeptos, por supuesto, no se creen dioses, pero suponen que al repetir la fórmula precisa o al realizar ciertas obras determinadas, podrán controlar lo que hará la divinidad. La justificación por obras, bajo cualquier disfraz que se presente (y hay muchos) es una forma de magia. En nuestros esfuerzos por animar a la fidelidad en los diezmos, en el estilo de vida y en muchas otras cosas, debemos guardarnos del peligro de estar enseñando magia.

  2. La iglesia necesita ejercer la autoridad que Cristo le ha dado. En nuestros esfuerzos por evitar una interpretación errónea de Mateo 16:13 19, estamos en peligro de irnos al otro extremo y negar la verdadera autoridad de la iglesia. Cuando los creyentes, en obediencia a la exposición adicional sobre este tema, registrada en Mateo 18:15 19, hablan en nombre de Cristo, hablan con autoridad. Cuando dicen al pecador, "estás desatado estás separado de la gracia de Dios", le están diciendo la verdad. Y estamos despreciando la Palabra de Dios si tomamos livianamente esta autoridad. Existe el peligro de que no sólo el pecador sino también la iglesia misma traten esta autoridad livianamente. Cuandoquiera la iglesia se pronuncie con apresuramiento,sin seguir el plan señalado en la Escritura, y sin un profundo y colectivo escudriñamiento de su propio corazón y un espíritu de sumisión a la Palabra revelada de Dios, se hace culpable de tratar con ligereza su sagrada autoridad y responsabilidad.

    Por otra parte, si la iglesia guarda silencio cuando debe hablar, si permite que el pecador continúe en su camino hacia la perdición sin escuchar una voz de advertencia y desaprobación, se hace culpable de menospreciar este sagrado cometido y responsabilidad.

  3. La autoridad/responsabilidad no es sólo colectiva, sino individual. Cuando se trata de separar a un individuo de la fraternidad de los creyentes, sólo la congregación puede, como tal y de común acuerdo, hablar en nombre de Cristo (Mat. 18:17; 1 Cor. 5:4 5, 9).

Sin embargo, la autoridad señalada en Mateo 16 fue otorgada primeramente a un creyente en particular. Aun en Mateo 18, donde se repite la fórmula de atar y desatar, la primera responsabilidad recae en el creyente.

Esto quiere decir que el creyente que está lleno del Espíritu, que comunica al pecador la Palabra revelada de Dios, también habla en nombre y con la autoridad del Cielo, y el pecador tendrá que responder en el día del juicio por su respuesta a las palabras pronunciadas. Las mismas notas urgentes de precaución deben oírse aún, pues tienen validez para la iglesia en el ejercicio de esta autoridad. Sería un grave error es más, blasfemia si el creyente tomara livianamente esta responsabilidad, si hablara caprichosamente palabras de su propia invención y luego dijera que es la voluntad de Dios para el pecador.

Por otra parte, callarnos cuando nuestro deber es hablar, nos convierte en cómplices, partícipes de la culpa mencionada en Ezequiel 3:18. Ser conscientes de la responsabilidad y autoridad otorgada por Cristo en el pasaje de Mateo 16, nos llevará a dedicarnos mucho más a la oración, pidiendo la dirección del Cielo, ya sea para hablar o para guardar silencio, y puede ayudarnos a desempeñar nuestro verdadero papel como piedras en la Casa de Dios.